El fin de la moratoria empresarial en junio y la obligación de devolver los créditos de los ICOS va a situar a muchas empresas en el deber de emprender una reestructuración empresarial para permanecer en el mercado.
La reestructuración de una empresa es una acción tomada por la entidad corporativa para modificar su estructura de capital o sus operaciones de manera significativa. Por lo general, la reestructuración corporativa se produce cuando una empresa experimenta problemas considerables y se encuentra en peligro financiero. La necesidad de reestructuración empresarial puede surgir debido al cambio en la estructura de propiedad de una empresa. Este cambio en la estructura de propiedad puede deberse a una adquisición o una fusión, a nuevas condiciones económicas adversas o a alteraciones del negocio como fallos en las compras, quiebras de clientes, falta de integración entre las divisiones, exceso de personal, etc.
Tipos de reestructuración empresarial.
Reestructuración financiera: Este tipo de reestructuración tiene lugar cuando se produce una fuerte caída de las ganancias a causa de las condiciones económicas adversas. En este caso, la entidad puede alterar su modelo de capital, el calendario de servicio de la deuda, las participaciones en el capital y el modelo de participaciones cruzadas. Todo esto se hace para mantener el mercado y la rentabilidad de la empresa.
Reestructuración organizativa: La reestructuración organizativa implica un cambio en la estructura de organización de la empresa, como la reducción de su nivel salarial, el rediseño de los puestos de trabajo, la reducción de la plantilla y el cambio de las relaciones jerárquicas. Este tipo de reestructuración se lleva a cabo para reducir los costes y saldar la deuda pendiente para poder continuar con las operaciones empresariales.
La reestructuración empresarial se lleva a cabo en las siguientes situaciones:
Cambio de estrategia: La dirección de la empresa en dificultades intenta mejorar sus resultados eliminando determinadas divisiones y filiales que no se ajustan a la estrategia principal de la empresa. La división o las filiales no parecen encajar estratégicamente con la visión a largo plazo de la empresa. Por lo tanto, la sociedad decide centrarse en su estrategia principal y deshacerse de esos activos a favor de los posibles compradores.
Falta de beneficios: Es posible que la empresa no obtenga suficientes beneficios para cubrir el coste del capital de la empresa y que se produzcan pérdidas económicas. Los malos resultados de la empresa pueden ser el resultado de una decisión errónea tomada por la dirección al iniciar la división o de la disminución de la rentabilidad de la empresa debido al cambio en las necesidades de los clientes o al aumento de los costes.
Sinergia inversa: Este concepto contrasta con los principios de la sinergia, en la que el valor de una unidad fusionada es mayor que el valor de las unidades individuales colectivamente. Según la sinergia inversa, el valor de una unidad individual puede ser mayor que el de la unidad fusionada. Esta es una de las razones más comunes para desprenderse de los activos de la empresa. La empresa en cuestión puede decidir que al vender una división a un tercero puede obtener más valor en lugar de mantenerla en propiedad.
Necesidad de flujo de caja: La enajenación de una empresa improductiva puede suponer una considerable entrada de efectivo para la empresa. Si la sociedad en cuestión se enfrenta a cierta complejidad para obtener financiación, la enajenación de un activo es un enfoque para conseguir dinero y reducir la deuda.
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